Hemos hablado ya en anteriores ocasiones sobre cómo, en nuestra dinámica sociedad las nuevas tecnologías han irrumpido de tal manera, que, se han convertido en el principal medio por el que nuestra juventud se comunica y se relaciona.
Si exploramos el mundo virtual, encontramos numerosas manifestaciones de violencia de género, como por ejemplo: coacciones, acoso continuado, comentarios sexistas, alusiones sexuales y la utilización de la mujer como objeto, que es violencia simbólica.
Y es que las redes sociales y otras aplicaciones (como la mensajería instantánea o la geolocalización) se están revelando como el canal más usado por los jóvenes para ejercer control sobre su pareja, mediante un acoso constante, y que, al ejercerse desde la distancia, genera en el acosador y la acosada, una falsa sensación de impunidad.
Algunos ejemplos serían:
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- Con quién estás hablando, veo que estás conectada
- Donde estás, mándame una foto para comprobarlo
- Si me dejas subo esas fotos que no quieres que vea nadie
- Presionar Para cambiar el estado de relación sentimental
- Revisar los contactos y presionar para eliminar algunos
- No puedes comentar fotos de otros chicos
- Has recibido el mensaje y veo que no me contestas. Qué estás haciendo.
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Pero, el problema más grave, es que las adolescentes no identifican estas conductas como formas de control, que, además son precursoras de otras formas de violencia mucho más graves. Estas chicas tienden a normalizar, negar, quitar importancia e incluso justificar estas conductas de sus parejas.
Y es que en esta etapa del desarrollo evolutivo, las adolescentes viven el amor como algo irrefrenable e inevitable, idealizándolo, han aprendido (porque les hemos enseñado) que una relación requiere de esfuerzo, sacrificio y entrega total. Estas creencias conllevan una pérdida de individualidad y de espacios privados de desarrollo y crecimiento personal. Pero, además se crea una desensibilización ante la violencia, que resulta dañina y peligrosa, porque las confunde, llevándolas a aceptar comportamientos intolerables pero que, para ellas, se enmarcarían dentro de ese concepto de amor romántico totalmente idealizado.
Y es que en el espacio virtual, se siguen reproduciendo los mitos y creencias tradicionales sobre el amor, derivados de la cultura del amor romántico y de la socialización diferencial de género propia de nuestra sociedad patriarcal (la media naranja, el alma gemela, el amor todopoderoso, el príncipe azul…..)
Se entiende el amor como una fusión absoluta, con un modelo de pareja que no deja espacio a la libertad personal y en el que los hombres se siguen relacionando desde la autoridad y el control y, las mujeres, desde la entrega.
Los celos no se gestionan adecuadamente, los chicos jóvenes tienden a externalizar la responsabilidad de su malestar, y ellas se hacen depositarias de la misma, sintiéndose poco válidas y responsables, culpables del deterioro de la relación.
Todas estas creencias y actitudes reflejan la desigualdad social entre chicos y chicas, hombres y mujeres…Y conllevan a la emisión y a la aceptación de comportamientos manipuladores y controladores (“ si realmente me quieres como yo a ti, tengo que ser lo más importante en tu vida”, “demuéstrame tu amor delante de todo el mundo”, “no tienes que arreglarte para nadie si estás conmigo”, “si no me das tu contraseña me demuestras que no puedo confiar en ti”, etc…).
Os remito a este post que publicamos en Generando Igualdad sobre Percepción social de la violencia de género en la juventud en el que os informamos de los alarmantes resultados de una encuesta a los y las jóvenes españoles/as de entre 15 y 19 años. Uno de cada tres jóvenes considera inevitable y aceptable controlar los horarios de la pareja, las relaciones sociales y no permitir que trabaje o estudie.
Todo lo que está ocurriendo en la red está ocurriendo en la realidad. El espacio virtual no es más que un espacio de reproducción de las desigualdades y el sexismo, otro medio más para ejercer control y dominación sobre las mujeres.
Por tanto, el trabajo a realizar por parte de profesionales especializadas/os y por parte de toda la sociedad como corresponsables que somos, es, visibilizar todas estas formas de violencia sutiles, llamándolas por su nombre, que no es otro que formas de abuso y control, precursoras de la violencia física, y que, en ningún caso, se trata de demostraciones de amor.
Hay que enseñarles que están haciendo un uso irresponsable e inadecuado de las nuevas tecnologías. Y la mejor forma de hacerlo es de manera transversal, educando en igualdad, enseñándoles con ejemplos concretos y con sus propias palabras que estos comportamientos son formas de violencia machista.
Tenemos que informarles que los delitos on line siguen siendo delitos, y, por lo tanto, denunciables.
Hay que tomar conciencia de que mediante las nuevas tecnologías se está ampliando, aumentando en frecuencia e intensidad el alcance de la violencia y sus repercusiones. Pero, sobre todo, dejando claro que el problema no son las nuevas tecnologías, sino, la educación recibida, la falta de sensibilización y compromiso y el machismo imperante en una sociedad patriarcal que mantiene la desigualdad entre hombres y mujeres en todas las esferas de nuestra vida.
Bárbara Zorrilla Pantoja
Psicóloga Col. M-24695. Experta en intervención con mujeres víctimas de violencia de género
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