El pasado sábado 21 de noviembre de 2015 fui invitada a colaborar en el programa de televición «Un tiempo nuevo» emitido en el canal cuatro para comentar los resultados obtenidos en un experimento social que realizaron con la finalidad de evaluar como reacciona la gente ante una situación de violencia de género.
El experimento consistía en colocar a una pareja de actores, un hombre y una mujer discutiendo en una calle céntrica de la capital. El hombre agredía verbalmente a la mujer y realizaba comentarios típicos de hombres maltratadores “Estas pirada” “No vas a encontrar a un hombre como yo en tu vida”. La discusión fue subiendo de tono, él le agarraba del brazo y zarandeaba diciendo “Tira para casa”.
De todas las personas que pasaban por la calle, tan sólo dos mujeres intervinieron para ayudar a la mujer que estaba siendo supuestamente agredida por su pareja.Desgraciadamente, este resultado es similar al obtenido en otros experimentos de características parecidas.
En el año 2014 la compañía sueca STHLM Panda instaló una cámara oculta en un ascensor en el que un hombre agrede a su pareja mujer delante de un testigo.La finalidad de la experiencia era comprobar la reacción de la gente ante la violencia de género en el país nórdico. Solo una de las 53 víctimas de la cámara oculta reacciona ante la agresión de un hombre a su pareja.
Según las encuestas, la opinión y actitud de la mayoría ciudadana es totalmente contraria a este tipo de violencia, sin embargo, a la hora de la verdad, no se actúa en consecuencia. A la vista de los resultados, tenemos pues, que preguntarnos ¿Por qué no se reacciona ante este tipo de situaciones?
Me gustaría aludir a diversas razones para tratar de dar respuesta:
En primer lugar, tenemos una tremenda tolerancia ante la violencia, estamos desesinbilizados ante tanto bombardeo de agresiones e incidentes en informativos, películas… Además concebimos la violencia como una forma habitual para resolver los conflicto, siendo un modo de respuesta aprendido Por eso no nos choca tanto y justificamos, minimizamos e incluso legitimamos.
Además, la violencia contra la pareja sigue considerándose aún por gran parte de la población como un asunto privado, de casa, que no nos incumbe. Nos educan en el “No te metas en lo que no va contigo”. Pero la violencia contra la mujer, no sólo contra la pareja, es un problema público y social (a las cifras me remito, 48 mujeres asesinadas en España durante lo que va de año 2015, además de otras víctimas no reflejadas en las estadísticas oficiales) que se da en todas las esferas de la vida en casa, en el trabajo, en la calle. Pensar así deja a las víctimas desprotegidas, sin apoyos.
Otro factor que incide en la pasividad de la gente que está presenciando esta pelea es lo que conocemos como efecto de dispersión de la responsabilidad, basado en el experimento de Darley y Latane en 1968. Este término se acuño a raíz del caso de Kitty Genovese, una mujer neoyorquina apuñalada hasta la muerte delante de bastantes testigos que oyeron sus gritos de auxilio pero no avisaron a la policía.
La mayoría afirmó no identificarlos como gritos de socorro e incluso uno de los testigos salió a la ventana y gritó al atacante, que huyó. Pero nadie acudió en su axilio. El atacante regresó diez minutos después y acabó de asesinar a Kitty.
Investigaciones posteriores realizadas en contextos más controlados extrajeron la conclusión de que, ante estas situaciones, los observadores asumen que otra persona va a intervenir y así se abstienen de hacerlo. La gente piensa también que si hay más personas observando y ninguna interviene la ayuda es innecesaria.
También es importante el aprendizaje basado en experiencias previas. Por ejemplo, la mujer dice que ella ha llamado 3 veces a la policía por sus vecinos y luego se lleva el “refregón” como dice ella. Si en anteriores ocasiones hemos presenciado incidentes y al intervenir, hemos recibido una consecuencia negativa aprendemos a no inmiscuirnos.
Conozco muchos casos de personas, que han tratado de ayudar a una amiga o familiar que sufre violencia en su pareja, y su amiga, que en un momento de crisis, de miedo, después de haber pedido ayuda, vuelve con su pareja. Esto la gente no lo entiende, se sienten defraudados y se alejan de la víctima, responsabilizándola de su situación. Lo que, a su vez, genera más sensación de indefensión en la mujer que va perdiendo apoyo social y familiar progresivamente.
Esto es producto del desconocimiento de las consecuencias psicológicas que sufren las mujeres como efecto del maltrato (indefensión, baja autoestima, miedo, sentimientos de culpa y vergüenza, idealización del maltratados y preocupación por que se le haga daño, etc…). No olvidemos que el 70% de las víctimas de violencia de género no denuncia. Estas mujeres necesitan apoyo incondicional para ayudarlas a concienciarlas de que están siendo maltratadas, que están en riesgo y que pueden cambiar su situación.
A modo de conclusión, me gustaría insistir en la necesidad e importancia de reaccionar, no sólo ante una agresión física, sino de denunciar y condenar todos los incidentes de violencia y discriminación que sufrimos las mujeres, incluyendo el sexismo cotidiano.
Bárbara Zorrilla Pantoja
Psicóloga experta en violencia de género
barbarazorrillapantoja.com
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